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Taller Educación religiosa, 10°. Semana 13-17 de abril de
2020
Colegio Técnico Benjamín Herrera
IED
Área Ciencias Sociales
Educación religiosa, 10°
Semana 13-17 de abril de 2020
Tiempo: 1 hora y 50 minutos
Taller
Dios: imagen y semejanza del hombre, según Feuerbach
Con base en la lectura propuesta, realice un escrito en dos páginas, con
el recurso de la estructura propuesta (título, objetivo, introducción,
desarrollo temático, conclusión, bibliografía), a partir de las preguntas
siguientes:
1.
¿Cuál es la idea de Dios en Jenófanes y Feuerbach?
2.
Establezca analogías entre la
idea de Dios en Jenófanes y Feuerbach
3.
¿Por qué para Feuerbach Dios es una creación
humana?
4.
¿Cuál es la propuesta de Feuerbach frente a la
concepción humana de Dios, y por qué?
5.
¿Cuál es su punto de vista frente a las
apreciaciones de Jenófanes y Feuerbach?
Lectura:
La idea de Dios en Jenófanes y Feuerbach
I. La
filosofía de Jenófanes
Los temas de los que se ocupa la filosofía de Jenófanes son
principalmente tres: cuestiones teológicas, la naturaleza y el mundo físico, y
el conocimiento humano y sus límites. Para nuestro tema en cuestión, tendremos
en cuenta la primera parte:
1)
Cuestiones teológicas
La teología Jenófanes se inicia mediante una crítica a los dioses
homéricos de la tradición griega. Estos dioses, afirma Jenófanes, no son más
que una invención humana, creada a imagen y semejanza del ser humano. Dotados
no solamente de cuerpos, brazos y piernas similares a las del hombre, los dioses
tienen además todos los vicios imaginables. Son corruptos, mienten, engañan,
traicionan, etc. por lo que en ningún momento deberían ser usados con fines
educativos. En este aspecto Jenófanes es claramente un moralista preocupado por
las posibles influencias que las creencias tradicionales podían tener en los
modelos de conducta de la juventud.
No olvidemos que los textos de Homero eran parte fundamental de la
educación, no sólo de los jóvenes, sino de todo el pueblo. La crítica al
antropomorfismo es uno de los frutos de los viajes realizados por Jenófanes y
del espíritu crítico adquirido en ellos, pues no se limita a señalar una mera
semejanza general entre dioses y humanos, sino que en cada región del mundo los
dioses tienen las características de los habitantes de la zona:
“Los etíopes dicen que sus dioses
son chatos y negros. Mientras que los tracios dicen que los suyos tienen ojos
azules y son pelirrojos”.
Frente a estas divinidades Jenófanes propone la existencia de un único
Dios que no guardaría ningún parecido con los seres humanos. Este Dios es un
precursor del Ser de Parménides, aunque, de nuevo, a la hora de precisar las
características del Dios de Jenófanes las interpretaciones difieren. Hay común
acuerdo en atribuirle la inmovilidad, probablemente debido a que todo cambio,
ya sea espacial o de otro tipo, es visto como una imperfección, mientras que el
Dios de Jenófanes se nos presenta como un ser supremo y perfecto:
“Sin esfuerzo sobre el Todo reina
con el simple pensamiento e intención. Todo él ve, todo él conoce y todo él
oye”.
Por el contrario, falta el acuerdo en lo que se refiere a su
corporalidad. Algunos interpretes han considerado, basándose precisamente en
que el Dios de Jenófanes “ve” y “oye”, que debía tratarse de un ser corpóreo,
aunque distinto a los humanos, mientras que otros han interpretado tales
términos como meras concesiones lingüísticas para explicar de forma sencilla y
accesible al Dios sin que hayan de ser tomadas literalmente. En caso de aceptar
la corporeidad cabría discutir si la forma que adopta es esférica, como hará
Parménides al hablar del Ser o si cabe alguna otra posibilidad.
Otro punto controvertido es la identificación que algunos intérpretes,
como Aristóteles y Teofrasto, han realizado de Dios con el mundo, que harían de
Jenófanes un panteísta o un hilozoísta, en la medida en la que el hilozoísmo
acepta la penetración divina en la materia. Esta postura, sin embargo,
probablemente es errónea: si, como hemos afirmados, el Dios de Jenófanes está
inmóvil y el mundo se encuentra en movimiento ¿cómo pueden identificarse el uno
con el otro?
Finalmente, por lo que al ámbito de la teología respecta, cabe
considerar si Jenófanes concibió su Dios a partir de reflexiones lógicas, como
hizo Parménides después de él, o si meramente se limitó a postular un Dios
cuyas características fuesen las opuestas a las de los dioses homéricos que
repudiaba.
II. Feuerbach y cómo el hombre creó a Dios
Ludwig Feuerbach (1804-1872), filósofo alemán
iniciado en el pensamiento kantiano y seguidor inicial de Hegel y del
movimiento idealista alemán, como correspondía a su época y a su medio, pronto
decidió apartarse para seguir su propia orientación. Mientras Kant limitaba la
razón para dar cabida a la fe, Feuerbach desmitificó tanto la razón como la fe
para dar cabida a su concepto materialista de una “conciencia humana encarnada”, que integraba razón e instintos en
una forma de espiritualidad originada en el mismo ser humano. Su “método de
crítica transformadora”, invirtió el principio de Hegel de que el individuo era
una función de lo absoluto con el concepto de que “el Absoluto es una función del individuo”. También a diferencia de
Hegel independizó la religión de la filosofía por considerar como función de la
filosofía criticar a la religión y no fundamentarla. Para él la teología no era
más que la conciencia religiosa sistematizada, y la religión un simple “sueño
de la razón”. Reducía metafísica, teología y religión al estudio de la
conciencia humana encarnada y sus características específicas con los deseos y
las pretensiones humanas, porque el centro del pensamiento de Feuerbach era
ante todo relacionado al ser humano.
En La esencia
del cristianismo, dice que Dios es para el hombre el contenido de sus
sensaciones e ideas más sublimes. Que la religión es el reflejo de la esencia
humana en sí misma. Feuerbach también invierte las ideas creacionistas
afirmando que Dios es una creación humana. A Dios atribuye el hombre sus
propias cualidades humanas y en Dios refleja los deseos humanos no realizados.
Lo que el hombre necesita, desea y no puede lograr, es para Feuerbach lo que el
hombre proyecta en Dios. “La palabra Dios
tiene peso, seriedad y sentido inmanente en boca de la necesidad, la miseria y
la privación”. Los hombres que sufren son los que han creado a Dios, no
son, como piensan muchos, los gobernantes o los sacerdotes, éstos lo que hacen
es valerse de él. “Dios es el eco de
nuestro grito de dolor”. “La conciencia
de Dios no es más que la conciencia de la especie”. Para Feuerbach, Dios es
producto del hombre que se vuelve ajeno a su productor y lo domina, causando
una enajenación en la conciencia humana, entendiendo como enajenación el
sentido preciso de la palabra, algo ajeno al ser humano que él mismo ya no
controla, situación cuya provocación, sin embargo, puede solucionarse con la
actuación misma de la conciencia.
En El ateísmo
como visión positiva, Feuerbach habla de deseos que en realidad el hombre no
desea satisfacer y que es un error suponer su satisfacción porque no son deseos
reales y sólo tienen valor para su imaginación. La satisfacción de ellos sería
para el hombre una amarga decepción. Si se llegara a satisfacer el deseo de
vida eterna, el hombre se mantendría tan hartado de vivir que hasta anhelaría
la muerte. Lo que simplemente quiere el hombre es evitar una muerte prematura y
violenta o espantosa. Al final nos cansamos de todo, incluso de la vida, y
llega un momento en que deseamos la muerte. Por lo tanto, no hay nada aterrador
en una muerte normal, la muerte natural de una persona que ha cumplido consigo
misma y vivió su vida. Igual que el deseo de la vida eterna, los deseos de
perfección y conocimiento absoluto, también son sólo deseos imaginarios. La
historia y la experiencia diaria demuestran que la supuesta lucha humana por el
conocimiento ilimitado y la perfección son un mito; el hombre no tiene deseo de
saberlo todo, él sólo quiere conocer las cosas a las que está particularmente
proyectado.
En La esencia
de la religión, Feuerbach dice que si Dios satisficiera o realizara los
deseos humanos de felicidad, perfección e inmortalidad, se podría deducir que
privar de Dios al hombre sería destrozar su corazón; por ello Feuerbach impugna
las premisas por las cuales la religión y la teología deducen la necesidad y la
existencia de Dios, o de la inmortalidad, que es la misma cosa, y sostiene que
los deseos que sólo se satisfacen en la imaginación, o los que se deducen de la
existencia de un ser imaginario, son deseos imaginarios y no los reales del
corazón humano; sostiene que las limitaciones que anula la imaginación
religiosa con la idea de Dios o de inmortalidad, son determinaciones necesarias
de la esencia humana y no pueden ser disociadas de ella, por lo tanto no
hay más limitaciones que las existentes en la imaginación humana.
Dice que el cristianismo se fijó el objetivo de
cumplir con deseos humanos inalcanzables, lo cual hace ignorar los deseos
alcanzables. La promesa de vida eterna priva al ser humano de la vida temporal.
Enseñar a confiar en la ayuda de Dios le quita al humano la confianza en sus
propias fuerzas; infundirle fe por una vida mejor en el cielo, destruye su fe
tanto en la posibilidad de una vida mejor en la tierra, como la fe que requiere
en sí mismo para lograrla. El cristianismo, al dar deseos para que la
imaginación desee, no da lo que él ser humano desea real y verdaderamente.
No era la idea de Feuerbach la especulación sobre
la realidad a partir de la negación de Dios, ni ser un crítico de la religión;
su motivación era la comprensión del ser humano y de las cosas, con la
preeminencia de los sentidos sobre la razón, y con la idea esencial de la
alienación humana resultante de la renuncia a su autonomía y a sus posibilidades
ante el poder ilusorio cedido a la divinidad. Por ello consideraba que se debía
denunciar a la religión como indicio de malestar humano. El sentido de luchar
contra la religión resultaba para Feuerbach de comprender la miseria humana que
implica la necesidad de consuelo.
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