Bienvenidos
Colegio Técnico Benjamín Herrera, IED
Educación
religiosa, 10º
Hegel y la religión
Semana 31 de agosto-4 de septiembre
Actividad
Cuestionario
Instrucciones
Realizamos una lectura
atenta de este breve texto, y respondemos en el cuaderno:
1. ¿Qué se
entiende por idealismo absoluto?
2. ¿Con qué
elementos de la realidad se puede identificar lo absoluto?
3. Según
Hegel, ¿cómo se podría identificar el concepto de Dios?
4. Desde el
concepto de absoluto, por qué la concepción hegeliana de Dios podría
interpretarse como un panteísmo
ontológico?
5. Teniendo
en cuenta o anterior, como se podría definir la frase de Hegel, “Todo lo real es racional y todo lo racional
es real”?
Hegel quiso dar a la filosofía la forma de la ciencia. Aunque creó un idealismo absoluto que parece
contradictorio con la misma, en el fondo no lo es. El principio que establece
como inicio de su filosofía el gran pensador alemán, es el espíritu, que lo enlaza y ordena sistemáticamente todo. Dios o lo
absoluto no está separado del mundo o del hombre. Como indica Colomer
comentando la filosofía hegeliana: «A través de su movimiento de reflexión
sobre sí en contraposición dialéctica con lo otro, lo absoluto alcanza su verdadera identidad». Para Hegel lo infinito o
Dios lo engloba todo dentro de sí. El planteamiento metafísico de Hegel se
caracteriza por una interpretación o concepción de Dios que es inmanente al
mundo y no trascendente respecto al mismo. Es lo que se denomina un panteísmo ontológico.
Hay tres principios que
fundamentan la filosofía de Wilhelm Friedrich Hegel, el filósofo de la
dialéctica, que son: El principio de la inmanencia del Absoluto:
para Hegel el Absoluto no es una
sustancia, propiamente dicha, sino un sujeto. Por sustancia se entiende el
ser en sí, acabado, que es capaz de sustentar los accidentes, mientras que el
sujeto es un movimiento, un devenir, un proceso. El Absoluto no es, será al
término de su evolución. Es el proceso de generación del universo. Esta idea
del Absoluto es distinta de la de Fichte y Schelling. Para ellos es anterior al
yo y al mundo, el Absoluto de Hegel es inmanente(ingénito, inherente,
inseparable, propio) a la naturaleza y al espíritu, y al desarrollarse
constituye todo objeto y todo pensamiento. Por consiguiente, cada ser
particular y concreto no será más que un momento de este desarrollo, una fase
de este movimiento.
Además, Hegel insiste en que lo absoluto se entiende que es a la vez sustancia y sujeto. No considera que lo
absoluto sea una sustancia sólida y maciza, tal como afirmaba Parménides en la
antigüedad helénica. En Hegel, razón,
espíritu e idea, son términos sinónimos. Establece o formula una
interpretación dialéctica de la realidad. Se puede decir que lo pretendido por
la metafísica es alcanzar la verdad del lenguaje o, expresado con las palabras
de Hegel, «Instaurar el modo único del proceso, la deducción de las
estructuras, la necesidad pensada y conocida de las determinaciones, tal es la
tarea, tal es el asunto de la filosofía».
El mundo y el hombre son
momentos de lo absoluto. Para Hegel, realidad
y razón coinciden (“Todo lo real es racional y todo lo racional es real”). La
realidad cambia por la contradicción de modo dialéctico en un proceso circular.
En el idealismo absoluto de Hegel, se
produce una especie de espiral, porque la síntesis se convierte en una nueva
tesis que será negada por una antítesis, etcétera. O como escribe Hegel: «Cada
círculo singular, siendo en sí mismo una totalidad, rompe también los límites
de su elemento y funda una más amplia esfera: el Todo; de esta manera el
Sistema de sus peculiares elementos constituye la Idea en su totalidad, la cual
aparece además en cada uno de ellos».
Los aspectos más característicos del hegelianismo pueden resumirse de
modo muy general en tres. El primero, supone estar de acuerdo en que todo lo racional es real y todo lo real es
racional. El segundo en que el deber
ser y el ser coinciden. Y el tercero, tener presente que la función de la
filosofía, según Hegel, no es decir cómo
debe ser el mundo, sino comprender la
realidad y justificarla o ponerse en paz con ella. Se le puede considerar
conservador por este planteamiento, pero no lo era, ya que estaba a favor de
reformas políticas y algunos de sus escritos fueron revisados por la censura en
Prusia, aunque era el filósofo oficial prusiano en Berlín.
Así,
para Hegel, “Este ser absoluto [Dios] está presente en nuestra conciencia pura
y se nos revela en ella. El saber de él se encuentra en nosotros de manera
inmediata, mediado a través de ella, y puede ser denominado fe”.
Se puede decir
entonces, que la idea de Dios marca toda la obra de Hegel. Un Dios donde se
superan todas las contradicciones de la existencia, y donde el individuo
desgarrado encuentra su unidad en la diversidad. La palabra alemana Aufheben, que puede ser traducida como superar o asumir, representa muy bien en
la dialéctica hegeliana, la síntesis de contrarios. Esa palabra puede ser
interpretada como el signo que el lenguaje le presta a Hegel para representar
la idea que él tenía de Dios. Hegel restaura la idea de Dios en plena
modernidad y después de la Revolución Francesa. “La filosofía hegeliana es el
último y grandioso designio para reivindicar el cristianismo desgarrado y
hundido por la filosofía”, dice un discípulo; es decir, “la identificación del
cristianismo con el cristianismo mismo.” Por eso, buscar la idea de Dios en la
filosofía de Hegel, es como buscar oro en una mina de oro.
La filosofía puede dar cuenta racional de la fe. En
Hegel, todos los caminos conducen a Dios. Para él, la filosofía y la religión tienen
el mismo objeto: la verdad, sólo Dios es la verdad. “A mí me parece negligente
que, después de haber sido confirmados en la fe, no nos apliquemos a entender
lo que creemos”, dicía san Anselmo en la Edad Media, y Hegel lo repite. Él
quería, además, una teoría razonable para el cristianismo; no consentía en un
cristianismo solamente de la sensibilidad. Este pensamiento es aplicable
también a nuestra época, a veces, puede sentirse que no se puede pensar en lo
que creemos, que nuestra creencia reside sólo en el corazón, que el intelecto
es separador; sin embargo, los animales también sienten, pero no piensan, el
pensamiento nos diferencia de ellos.
El pensamiento conceptual hegeliano, exige separarse
de lo inmediato en que estamos sumidos, de las realidades contingentes de todos
los días, para elevarnos hacia un terreno, donde a veces, se tantea a ciegas,
pero en ese esfuerzo, el hombre se hace digno de lo que se puede esperar de él.
Por supuesto que la humildad tiene que hacernos bajar de ese supuesto pedestal,
tal como dice la palabra “para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría
de los hombres, sino en el poder de Dios”.