La incentivación de
la lectura
en el aula de clase
en el aula de clase
a partir del empleo
de las TIC[1]
Por Efrén Mesa
Montaña
Quizá, la más grande
preocupación de la enseñanza en mundo de hoy, es la que tiene que ver con la
pérdida de interés por el estudio por parte de los estudiantes. Generalmente,
la culpa de desestímulo educativo lo estamos advirtiendo en el influjo de los
medios de comunicación, en el alto y rápido desarrollo de la tecnología, y en
la implicación que esto tiene con la ruptura de las lógicas de aprendizaje. En
este mismo sentido, podría decirse, las TIC se hallan en la misma dirección, en
razón de que “facilitan” la enseñanza-aprendizaje, convirtiendo a los maestros
en boatos de resonancia, cuando una presentación o una clase, se limita a la
exposición de aquello que ya prefigura en las imágenes y textos facilitadas por
la tecnología de los mass media.
Esta preocupación,
como es obvio, tiene razón de ser en los informes periódicos que sobre lectura
se han venido entregando, como voz de alarma. Según una encuesta de
Fundalectura, realizada en 1992, los colombianos, en promedio, leían 3,48
libros al año. Dentro de un numeroso grupo de encuestados, a escala nacional,
el 42 por ciento manifestó haber leído entre uno y dos libros; el 17 por
ciento, tres libros, y el 15 por ciento, entre cuatro y seis libros. Más
preocupante aún, es que los encuestados afirmaron que la lectura había sido
motivada por razones de trabajo o educación; es decir, por imposición. Esto
ocurría en 1992. Sin embargo, en 2005, la precaria cifra de libros leídos trece
años atrás, se había disminuido de manera alarmante: “el promedio de libros
leídos para toda la PET
cae 31,1%, al pasar de 2,4 libros al año en 2000 a 1,6 libros al año en 2005”, y la tendencia a
considerar al libro como obsoleto se recrudece al comenzar la segunda década de
este siglo XXI.[2]
Como vemos, resulta
inquietante que uno de los medios de adquisición de conocimiento, quizá el más
importante legado de la
Modernidad, esté desapareciendo a un ritmo sin precedentes, y
casualmente, frente a la mira de los maestros. En este sentido, preguntarnos
¿cuál es el impacto de la implementación de cursos virtuales como apoyo en la
educación presencial?, debe incidir en las respuestas que como maestros
brindemos a la crisis que afronta la educación en el mundo de hoy.
Así, resulta
pertinente la lectura del texto de Mercedes Suárez Pazos,[3] donde encontramos
que la investigación-acción resulta apropiada a la hora de resolver problemas
urgentes, de manera práctica. En este sentido, partir de “qué se investiga,
quién, cómo y para qué”, se constituye en la base sobre la que se puede
emprender la resolución de problemas relacionados con la pérdida del interés
por lectura en los estudiantes de hoy, y desde un medio distinto al libro.
No está demás
proponer que, a partir del problema planteado, se buscaría brindar los
elementos para que las TIC en el aula de clase cumplan su papel efectivo, el de
contribuir en el proceso de enseñanza, esto es, que se constituyan en
herramienta de los maestros y de los estudiantes, lejos de salvaguardarse como
oráculo que guarda información, y por ello, ausente del conocimiento.
En este sentido, la
pregunta que se intentará responder al final del curso, sería, ¿de qué manera
las TIC pueden coadyuvar en la incentivación de la lectura en el aula escolar?
Aspiramos que la
experiencia que la ha motivado redunde en la solución del problema.
[1]. Publicado en:
https://docs.google.com/document/d/1sYoUmQsk3Jec82VsnTduDaqQ8E2oIEQ7FCuakKeVvVo/edit
[2]. Ver, Cristina Gamboa y Mauricio
Reina, “Hábitos de lectura y consumo de libros en Colombia”. Análisis preparado
para la Cámara
Colombiana del Libro por Fedesarrollo, Bogotá, septiembre de
2006. Disponible en:
www.cerlalc.org/redplanes/.../3_Habitos_lectura_Fedesarrollo.pdf
[3]. “Algunas reflexiones sobre la
investigación-acción colaboradora en la educación”, en Revista Electrónica
de Enseñanza de las Ciencias, Vol. 1 Nº 1 (2002). Disponible en:
reec.uvigo.es/volumenes/volumen1/numero1/art3.pdf
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