Colegio
Técnico Benjamín Herrera
Área
de Ciencias Sociales, jt
Educación
religiosa, 11°
La
noción de religión en Pitágoras, Sócrates y Platón
Actividad
3
Ensayo
Semana
8-20 de marzo
Actividad
Tener en cuenta: toda actividad se realiza en
cuaderno y de manera manuscrita.
1. Realice un escrito, en cinco páginas, teniendo en cuenta la estructura siguiente: título, objetivo, introducción, contenido, conclusión y bibliografía.
Recuerde que la realización del escrito debe ceñirse a sus estándares de la rúbrica.
2. El
escrito se centrará en el pensamiento religioso de Pitágoras, Sócrates y
Platón. Para ello, antes de empezar, consulte el concepto de religión. Luego, elabore el escrito en
el orden siguiente.
a. Teniendo
en cuenta el concepto de religión, ¿se puede considerar religioso el
pensamiento pitagórico?
b. ¿Cómo es
la “religión” de Pitágoras?
c. ¿Qué es
la religión para Sócrates?
d. ¿Qué es la religión para Platón?
Actividad de comprensión
1. Elabore un cuadro y establezca las concordancias y diferencias entre el “pensamiento religioso” de Pitágoras, Sócrates y Platón
1.
Pitágoras y la religión
Este genio fue admirado ya desde poco
después de su muerte (475 a.C.) y, transcurrido apenas un siglo, era un
personaje mitificado entre los griegos, del que se contaban todo tipo de
hazañas intelectuales.
Pero nada de todo esto
hubiera sido posible de no haber contado con un maestro de excepción, su tío
materno Ferécides, uno de los primeros en tender puentes entre el pensamiento
mítico y la filosofía.
Además de él, resultó fundamental en su
formación el gran Tales de Mileto, que al parecer le causó una viva impresión y
fue el responsable de darle profundos conocimientos de matemáticas y astronomía,
de los que también participó el principal discípulo de Tales, Anaximandro, otro
de los grandes sabios de la época.
Todos estos maestros
marcaron a nuestro personaje, al que no tenemos que reducir sólo a la condición
de matemático (que es por lo que hoy es más recordado), ya que su pensamiento
filosófico tuvo también una enorme influencia.
Viajero
impenitente
En
la adquisición de sus conocimientos también tuvieron importancia fundamental
los viajes.
Pitágoras
había nacido en 569 a.C. en la isla de Samos, que mantenía intensas relaciones
con Egipto, adonde él se desplazaría urgido
por Tales, que le habló de los conocimientos de esta civilización en materia
matemática (sobre todo en sus aplicaciones y fórmulas prácticas, ya que los
egipcios no brillaron como teóricos). Allí el azar le
jugó una aparente mala pasada, ya que durante su estancia se produjo la
invasión del rey persa Cambises y Pitágoras fue llevado como prisionero a
Babilonia.
Sin
embargo, este forzoso traslado acabaría por serle muy útil, ya que se relacionó
con los magos babilónicos, que eran los sabios de este pueblo, brillantes en
las matemáticas, pero también muy dados a los conocimientos ocultos y
mistéricos.
La
secta de los matematikoi
Al
ser liberado, Pitágoras no regresó a su isla natal, sino que se estableció en
Crotona, al sureste de Italia. Es posible que se viera obligado a ello por
causas políticas, ya que Samos estaba controlada por el tirano Polícrates.
En Crotona, sus enseñanzas fueron muy
influyentes, ya que allí Pitágoras fundó nada menos que una secta, entendida ésta
como un grupo reducido de pupilos, auténticos elegidos, a los que explicaba sus
saberes bajo la condición inexcusable del secreto, una idea muy característica
tanto del Antiguo Egipto como de Babilonia.
Pitágoras
obligaba a todos sus pupilos –llamados matematikoi o
también pitagóricos– a guardar un riguroso hermetismo sobre lo que aprendían.
“No todo debe ser enseñado a todos” era una de sus principales máximas.
Este grupo buscaba conocer los principios
absolutos de las matemáticas: las relaciones entre los números y asimismo entre
las distintas partes de una figura geométrica.
El
culto de los números
Fue
en ese contexto en el que Pitágoras produjo su famoso teorema sobre las proporciones entre catetos e hipotenusa en un triángulo rectángulo, que cualquier
estudiante ha debido aprender, y definió la mayor parte de los poliedros
regulares que existen.
Estos
conceptos los enseñaba como parte directa de una forma de ver el mundo: creía haber dado con el núcleo de
la existencia, en el que las matemáticas serían el fundamento de toda la
naturaleza, la explicación última de la realidad.
De
esta forma, la ciencia de los números no era una disciplina aislada de las
cosas sino, muy al contrario, su fundamento básico. Así, las matemáticas
vendrían a ser la religión pitagórica, una idea tremendamente avanzada para su
época.
La
escuela pitagórica, seguida por importantes personajes de Crotona, tuvo una fuerte
influencia política, y algunos de sus adeptos se situaron pronto entre los
principales líderes. Esto acabaría por causar problemas al propio Pitágoras,
que se vio en medio de las luchas por el poder.
Su
huella en el conocimiento universal
Así,
tras ser violentamente atacados los pitagóricos por su enemigo Cilón
–previamente rechazado en la secta–, Pitágoras hubo de huir a Metaponto, otra
ciudad griega en el sur de Italia, donde murió.
Su
tumba fue venerada y, a través de sus discípulos, sus enseñanzas se
extendieron, renovando de este modo el conocimiento matemático universal
porque, como escribió el filósofo Jenócrates, “Pitágoras más que nadie parece
haber avanzado en el estudio de los números, arrebatándoles su uso a los
mercaderes y equiparando todas las cosas a ellos”.
Tomado
de:
“Pitágoras, el sabio que
hizo del cálculo su religión”. Disponible en:
https://www.muyhistoria.es/h-antigua/articulo/pitagoras-el-sabio-que-hizo-del-calculo-su-religion-741444732034
2. El
pensamiento religioso de Sócrates y Platón
Para
establecer tanto el pensamiento de Sócrates y Platón y de allí encontrar sus
diferencias, conviene ver, primero, que Platón se deslizará, como su tío Critias, hacia la utilización
política de la religión.
Lo importante de la religión,
pensaba el hijo de Aristón, es que los sacrificios sirvan para que las gentes
se vayan conociendo y entablando relaciones sociales y de amistad en las
solemnidades religiosas.
Por otro lado, Platón estaba
influido por las religiones mistéricas y del culto a los muertos. No
hay que olvidar que en su ciudad ideal pide respeto y veneración para los
dioses infernales. Plutón y todas las oscuras divinidades deberían estar muy
presentes en la vida individual y colectiva.
Sócrates vive la religión como algo personal, esto es
religioso y no político, y las influencias sofísticas y
racionalistas que se notan en el viejo Platón de las Leyes estaban
muy lejos de haber hecho mella en su religiosidad. Para él, la religión era
cosa íntima y personal.
Al mismo tiempo, Sócrates muestra rechazo frente a
todo lo que suene a oscuridad, videntes, iniciáticos e intermediarios entre
dioses y hombres, preparadores para cruzar la línea hacia el más allá.
El único sacerdocio que Sócrates admitía era
el colegio de Delfos, que se distinguía por el tacto y la
prudencia en su relación con las otras religiones, y que en modo alguno
aspiraba a un dominio exclusivo del culto.
La piedad platónica que Platón aprendió en Italia
de los pitagóricos, en Sócrates no asoma todavía. Sócrates se inclinó hacia la
corriente legalista y apolinea, aunque con respeto total hacia
el conjunto de la religión popular.
Sobre esa base, se dedicó a moralizar la religión,
al establecer con decisión el carácter moral de los dioses (lo que, en
definitiva, significaba intentar cambiar el modo de ser de tales dioses) y así
liberarse de la angustia presente en la religión antigua, de
la mirada de la esfinge. Sócrates, como todo buen filósofo,
necesitaba ante todo saber.
A partir del siglo VI a d Cristo
existen dos corrientes contrapuestas en la religiosidad
griega:
1.
La
corriente mística-mistérica a la que pertenece Platón.
2.
La
corriente legalista-tradicional a la que pertenece Sócrates.
Sócrates se sitúa claramente a
favor de la segunda, es decir, en una confesada aceptación de las normas
de la ciudad, así como en una profunda y confesada devoción al
dios Apolo y
a su oráculo en Delfos.
Ahora bien, la legalidad socrática
no consiste solamente en la aceptación y cumplimiento, sin más, de las obligaciones rituales y
legalistas, sino que también es objeto de un verdadero saber.
Las contradicciones surgirán, precisamente, cuando
Sócrates intente sinterizar, por un lado, la interiorización
racionalizada de la religión y, por otro, la aceptación, sin
reparos, del legalismo y el ritual externos
de una Polis profundamente supersticiosa y desengañada por el discurrir de los
acontecimientos sociales, políticos y militares.
Pero Sócrates ahí estaba intentando convencer a sus
ciudadanos de la necesidad de trasladar los dioses y las leyes de la ciudad
al santuario de la conciencia. Al mismo tiempo, para realizar
tal traslado, los atenienses deberían de servirse de la razón y de la filosofía.
Pero, además, Sócrates deseaba que las cosas
siguieran igual, es decir: los dioses y las leyes podían ser
venerados del mismo modo aunque en diferente santuario.
Sus conciudadanos, como demostrarán los hechos, ni lo aceptaron, ni, muy
posiblemente, lo entendieron.
Existe también una contradicción de
tipo personal en la posición religiosa de Sócrates que le
acompañó, muy a su pesar, durante toda su vida.
Sabemos que Sócrates estuvo imbuido del pensar
filosófico de tipo jónico, que conoció y practicó, sin duda de
modo genial, durante su juventud.
Sin embargo, sabemos también que en un momento
determinado de su vida Sócrates afirma haber superado el racionalismo ingenuo y
optimista de tipo jonio, y, sin abandonar la razón y la
filosofía como método de investigación y saber, se lanza a la búsqueda de algo
que fundamente, no que disgregue, las raíces de la religión y
las leyes tradicionales de su querida Atenas.
De este modo, en un momento en que, por un lado,
las creencias religiosas vacilaban en Atenas, y, por otro, en que la evolución
político-militar de la ciudad era muy negativa, aparece la
personalidad fuerte de un reformador planteando lo siguiente:
·
La base
esencial del ciudadano ateniense debe tener su fundamento en la religión
tradicional de los dioses de la Ciudad. A tales dioses, por encima
de todo, se les debe reverencia y respeto.
·
La base
de tal relación con los dioses, sin embargo, no debería tener su fundamento
tanto en los rituales y las supersticiones como en el saber y la metodología
racional de la filosofía.
·
La
religión y las leyes no deben basarse en rituales de tipo externo, sino que
deberían situarse en el interior de la conciencia.
·
El
racionalismo de los jonios y de los sofistas, en sus relaciones con
la religión y las leyes de la ciudad, destruyendo mitos heredados y normas
tradicionales, es algo de lo que Sócrates confiesa estar de vuelta.
Tomado
de “Diferencias entre Sócrates y Platón en materia religiosa”. Disponible en:
http://www.paginasobrefilosofia.com/html/relisoc.html