Un cálido beso en mi
frente
y otros cuentos
Diez cuentos de Antonio
Mesa Sánchez
Ilustraciones de
Camilo Andrés Parra
Garzón
Ediciones Ántropos Ltda.,
Bogotá, 2011
Prólogo de
Efrén
Mesa Montaña
Prólogo
… vivos están
los que en vida lucharon sin temor a la muerte.
Nada tienen que ver con esta orilla
del reino de tinieblas.
Rigoberto
Paredes
La historia de este pequeño libro de cuentos parece
sacada de la misma enardecida imaginación del autor. Un día, al seleccionar el
material que se iría a reciclar, encontré hecho ovillo un grueso montón de
papel. Temiendo lo que ya en otras ocasiones me ha pasado —que arroje a la basura
material cuya pérdida después tenga que lamentar—, lo desdoblé, sintiendo
cierto alivio al desconocer la caligrafía. Sin embargo, sin dejar de lado
cierta curiosidad, leí algunos párrafos, hasta que decidí ya, esta vez, con
cierto asombro e inquieta avidez, leer completamente el contenido de las
páginas manuscritas, unas a lápiz, bosquejadas con bolígrafo otras —vaya,
pensé, estas son las consecuencias de leer tempranamente a Poe—. Se trataba ni
más ni menos que de los cuentos que componen este pequeño volumen, y que el
autor, vaya uno a saber por qué motivos, había dispuesto arrojar a la basura.
De esto hace ya cuatro años, cuando nuestro escritor apenas contaba catorce
años de edad.
Desdoblé el material y procuré alisarlo, como para
devolverle inmolada dignidad. Después, buscando cualquier excusa, le comenté a
Antonio, que los cuentos no me parecían nada malos, que por el contrario, no
dejaban de reflejar los intereses de los jóvenes de hoy en materia de
literatura y que por eso valía la pena rescatarlos, y le propuse, de plano, que
los digitara; es decir, que los pasara a limpio en la computadora. Un año
después, la propuesta continuaba, sin ningún resultado. No creo que el trabajo
no se hubiese efectuado por simple negligencia del autor, pues ni aún cuando le
sugerí la posibilidad de hacerme cargo de la edición mostró el mínimo interés.
Aun así, no desmayé y continué insistiendo.
La persistencia habría de arrojar sus frutos. Al cabo de
un año, Antonio me entregó el material, digitado. Le recomendé, entonces, que
lo revisara con esmero y realizara los cambios que considerara pertinentes; es
decir, mirara con cuidado algunas cosas de las cuales más adelante no tuviera
que arrepentirse. Me respondió, mirándome con asombro, como preguntándose qué
motivos tendría un hombre para deplorar lo que conscientemente ha definido, lo
que ha hecho y es fundamento de su experiencia. Con todo —a esta altura del
tiempo considero que lo hizo no más que con el fin de cumplir un obligado
protocolo—, se llevó los originales y me los devolvió al cabo de algunas
semanas.
Para entonces, había comentado el asunto con el profesor
Camilo Parra, que enseñaba literatura y cuya vocación alimentaba dibujando
incesantemente sobre cualquier material que se le presentara a la mano. La idea
consistía en que, como se trataba de cuentos cortos, en cuyas páginas la
abundancia de imágenes rebosaba los linderos de la historia, se procurara
ilustrar sacando de los relatos aquellos cuadros que se hacían evidentes en las
palabras, para que les diera fuerza o mejor, completaran de manera pictórica lo
que ya como un eco se quedaba en la memoria.
Creo, sin ninguna duda, que el profesor Camilo Parra, ha
sabido a plenitud interpretar esa resonancia obsesiva. Las imágenes con las que
ha vertido el mundo que habita cada uno de los relatos, no están ajenas de la
experiencia y extraño efecto que transmite su lectura. Son, por el contrario,
complemento y, si se quiere, su espejo, cuyo reflejo parece confirmar esa
lejana y honda presencia que se desliza en cada palabra.
Al lado de ello, se ha pretendido que la publicación se
mantenga ajena de los convencionalismos actuales que buscan en la publicación
de textos la salida simple del libro por el libro; en otras palabras, su
edición, publicidad y circulación como una mercancía más, pero lejos del
cuidado que amerita toda obra que incida directamente en los procesos de
conformación cultural; es decir, se ha procurado que su realización —edición y
composición, no ya la compostura de los textos e imágenes— guarde un nexo con
la tradición que busca dejar en un trabajo la sumatoria de experiencias.
Por ello, de alguna manera, imbuidos por los códices
medievales y los primeros libros de Gutenberg, en los que proliferan las
amplias márgenes, las letras capitales, los grabados e iluminaciones, en la
edición del libro se ha intentado guardar un vínculo con ese pasado, no sólo
como una rememoración y conciencia en una época en la que el libro enfrenta la
peor de sus crisis —tanto por la ausencia de lectores como por la competencia
de dispositivos electrónicos, que lo desplazan y marginan—, sino como un hilo
conductor con la memoria y con los pasos que en el tiempo nos aguardan.
Esperamos que estas palabras estén lejos del deseo y
efectivamente surtan el anhelo que aguijonea la conciencia en este tiempo en el
que la memoria parece estar condenada a la proscripción y obligado olvido.
Aun con todo, persistentes en el tiempo, quebrantando
dilaciones, no pudieron asistir a esta pequeña fiesta, nuestro querido primo y
hermano, amigo fraterno, Nilson Alberto Montaña Cepeda, y nuestro querido tío,
Adán Acevedo. Sin advertencias, la parca se nos adelantó. Estas palabras
recorren el camino igualmente en su memoria.
Efrén Mesa Montaña
Aquitania,
22 de agosto de 2011
Ver más: https://www.facebook.com/pages/Un-Cálido-beso-en-mi-frente-y-otros-cuentos/225738230820832
http://www.javeriana.edu.co/javerianaestereo/portal_919/?page_id=1608#.VBKHzSjMqHq
https://www.facebook.com/225738230820832/photos/a.366039083457412.82486.225738230820832/552255918169060/?type=1&theater
http://www.javeriana.edu.co/javerianaestereo/portal_919/?page_id=1608#.VBKHzSjMqHq
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