Bienvenidos
Colegio Técnico Benjamín Herrera
Área de Ciencias Sociales, jt
Educación religiosa, 6°
Historia de la religión en Europa
Ejercicio de comprensión
Los
comienzos de la Iglesia
Semana 18-22 de mayo
Leemos,
nuevamente y con atención el texto, y realizamos la siguiente actividad:
1. ¿Qué aprendí? Mínimo, cinco respuestas.
2. Subrayamos palabras o conceptos desconocidos,
buscamos su significado, y elaboramos una sopa de letras o crucigrama con las
palabras subrayadas.
Los comienzos
de la Iglesia
El cristianismo es la religión monoteísta basada
en las enseñanzas de Jesucristo según se recogen en los Evangelios, que ha
marcado profundamente la cultura occidental y es actualmente la más extendida
del mundo. Está ampliamente presente en todos los continentes del globo y la
profesan más de 1.700 millones de personas.
En el siglo I, se empezó a difundir gracias al
trabajo que hiciera Pablo de Tarso, un romano que inicialmente había perseguido
a los cristianos. Jerusalén era el núcleo del movimiento cristiano; al menos lo
fue hasta su destrucción a manos de los ejércitos de Roma en el 70 d.C. Desde
este centro, el cristianismo se desplazó a otras ciudades y pueblos de
Palestina, e incluso más lejos. En un principio, la mayoría de las personas que
se unían a la nueva fe eran seguidores del judaísmo, para quienes sus doctrinas
representaban algo nuevo, no en el sentido de algo novedoso por completo y
distinto, sino en el sentido de ser la continuación y realización de lo que
Dios había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Por lo tanto, ya en un
principio, el cristianismo manifestó una relación dual con la fe judía: una
relación de continuidad y al mismo tiempo de realización, de antítesis, y
también de afirmación.
La conversión forzada de los judíos durante la
Edad Media y la historia del antisemitismo (a pesar de que los dirigentes de la
Iglesia condenaban ambas actitudes) constituyen una prueba de que la antítesis
podía ensombrecer con facilidad a la afirmación. Sin embargo, la ruptura con el
judaísmo nunca ha sido total, sobre todo porque la Biblia cristiana incluye
muchos elementos del judaísmo. Esto ha logrado que los cristianos no olviden
que aquel al que adoran como Señor era judío y que el Nuevo Testamento no
surgió de la nada, sino que es una continuación del Antiguo Testamento.
Una importante causa del alejamiento del
cristianismo de sus raíces judías fue el cambio en la composición de la
Iglesia, que tuvo lugar más o menos a fines del siglo II (es difícil precisar
cómo se produjo y en qué periodo de una forma concreta). En un momento dado,
los cristianos con un pasado no judío comenzaron a superar en número a los
judíos cristianos. En este sentido, el trabajo del apóstol Pablo tuvo una
poderosa influencia. Pablo era judío de nacimiento y estuvo relacionado de una
forma muy profunda con el destino del judaísmo, pero, a causa de su conversión,
se sintió el “instrumento elegido” para difundir la palabra de Cristo a los
gentiles, es decir, a todos aquellos que no tenían un pasado judío. Fue él
quien, en sus epístolas a varias de las primeras congregaciones cristianas,
formuló muchas de las ideas y creó la terminología que más tarde constituirían
el eje de la fe cristiana; merece el título de primer teólogo cristiano. Muchos
teólogos posteriores basaron sus conceptos y sistemas en sus cartas, que ahora
están recopiladas y codificadas en el Nuevo Testamento.
De las epístolas ya consideradas y de otras
fuentes que provienen de los dos primeros siglos de nuestra era, es posible
obtener información sobre la organización de las primeras congregaciones. Las
epístolas que Pablo habría enviado a Timoteo y a Tito (a pesar de que muchos
estudiosos actuales no se arriesgan a afirmar que el autor de esas cartas haya
sido Pablo), muestran los comienzos de una organización basada en el traspaso
metódico del mando de la primera generación de apóstoles, entre los que se
incluye a Pablo, a sus continuadores, los obispos. Dado el frecuente uso de
términos tales como obispo, presbítero y diácono en los documentos, se hace
imposible la identificación de una política única y uniforme. Hacia el siglo
III se hizo general el acuerdo respecto a la autoridad de los obispos como
continuadores de la labor de los apóstoles. Sin embargo, este acuerdo era
generalizado sólo en los casos en que sus vidas y comportamientos asumían las
enseñanzas de los apóstoles, tal como estaba estipulado en el Nuevo Testamento
y en los principios doctrinales que fundamentaban las diferentes comunidades
cristianas.
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