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sábado, 6 de octubre de 2012

Filosofía de la Edad Moderna


Filosofía de la Edad Moderna


Efrén Mesa Montaña

La filosofía moderna enfrenta tres momentos clave, precedidos de ese gran movimiento cultural que surgió en Italia hacia mediados del siglo XV (entre 1453 —con el surgimiento de la imprenta, la caída del imperio bizantino, en este mismo año, y la llegada de los europeos a América, en 1492—, y 1637, año de la publicación del  Discurso del método, con el que se iniciaría la filosofía moderna), y que duraría cerca de doscientos años: el Renacimiento. Así, pues, estos momentos son, el Racionalismo, el Empirismo y la ilustración.

El Renacimiento


Aun cuando podemos recodar algunos aspectos del Renacimiento en nuestro blog, http://filosofiayastronomia.blogspot.com/2012/08/el-renacimiento.html, veamos algunas de sus características  desde la filosofía.

Inicialmente, conviene recordar que confundimos a veces Humanismo con Renacimiento; sin embargo, las relaciones entre Humanismo y Renacimiento no distan de un objetivo clave en relación con las preocupaciones humanas: mientras que el humanismo se caracterizará por el retorno a la sabiduría clásica, en el marco de una preocupación fundamentalmente de signo filológico y teológico, el Renacimiento lo hará como impulsor del desarrollo de la ciencia. El siguiente enlace nos dará más elementos para comprender:



Así, el Renacimiento, sin renunciar a los temas básicos del humanismo, le superará, al desligar tales temas de la perspectiva teológica y enlazarlos con el pensamiento científico. Carl Sagan nos ilustra en este sentido:

La filosofía moderna


La filosofía moderna se fundamenta en una serie de aspectos clave, como la independencia en el ejercicio de la razón y de la filosofía respecto de la fe y la teología; el estudio del sujeto (tanto del sujeto moral como del sujeto que conoce), de sus estructuras y mecanismos; una mayor preocupación por las cuestiones relativas al conocimiento (elementos, procesos y fundamentación del saber) que de cuestiones ontológicas (aunque de ningún modo éstas fueron olvidadas), y una atracción por los resultados de las ciencias y de la calidad de su conocimiento, tanto de la matemática como de la nueva ciencia o física matemática. Como se ha dicho, ocupa tres grandes movimientos: el Racionalismo, el Empirismo y la Ilustración.

Una introducción a la filosofía moderna la hallamos enseguida:

El Racionalismo




El Racionalismo en filosofía, es el sistema de pensamiento que acentúa el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la experiencia, sobre todo el sentido de la percepción.

El racionalismo ha aparecido de distintas formas desde las primeras etapas de la filosofía occidental, pero se identifica ante todo con la tradición que proviene del filósofo y científico francés del siglo XVII René Descartes, el cual creía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertos universales, verdades evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado por otros filósofos europeos, como el francés Baruch Spinoza y el pensador y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Se opusieron a ella los empiristas británicos, como John Locke y David Hume, que creían que todas las ideas procedían de los sentidos.

Veamos más sobre el racionalismo en el siguiente enlace:

El Empirismo


El Empirismo, en la filosofía occidental, es la doctrina que afirma que todo conocimiento se basa en la experiencia, mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori. Hasta el siglo XX, el término empirismo se aplicaba a la idea defendida sobre todo por los filósofos ingleses de los siglos XVII, XVIII y XIX. De estos filósofos ingleses, John Locke fue el primero en dotarlo de una expresión sistemática, aunque su compatriota, el filósofo Francis Bacon, había anticipado algunas de sus conclusiones. Entre otros empiristas también se cuentan David Hume y George Berkeley. Opuesto al empirismo es el racionalismo, representado por pensadores como el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza y los filósofos de los siglos XVII y XVIII Gottfried Wilhelm Leibniz y Christian von Wolff. Los racionalistas afirman que la mente es capaz de reconocer la realidad mediante su capacidad para razonar, una facultad que existe independiente de la experiencia. El pensador alemán Immanuel Kant intentó lograr un compromiso entre el empirismo y el racionalismo, restringiendo el conocimiento al terreno de la experiencia, a posteriori, y por ello coincidía con los empiristas, pero atribuía a la mente una función precisa al incorporar las sensaciones en la estructura de la experiencia. Esta estructura podía ser conocida a priori sin recurrir a métodos empíricos, y en este sentido Kant coincidía con los racionalistas.

En los últimos años, el término empirismo ha adquirido un significado más flexible, y ahora es utilizado en relación con cualquier sistema filosófico que extrae todos sus elementos de reflexión de la experiencia. En Estados Unidos William James llamó a su filosofía empirismo radical y John Dewey acuñó el término de empirismo inmediato para definir y describir su noción de la experiencia. El término leyes empíricas se aplica a aquellos principios que expresan las relaciones que, según se aprecia, existen entre los fenómenos, sin que impliquen la explicación o causa de los fenómenos mismos.

Sobre el empirismo, el siguiente enlace nos será útil:

La Ilustración



El Siglo de las Luces o Ilustración, hace referencia a ese gran movimiento filosófico y cultural que se iniciaría el siglo XVII, en el que se advertiría las tendencias en el pensamiento y la literatura en Europa y en toda América durante el siglo XVIII previas a la Revolución Francesa. La frase “Siglo de las Luces” fue empleada con mucha frecuencia por los propios escritores de este periodo, convencidos de que emergían de siglos de oscuridad e ignorancia a una nueva edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad.

Los precursores de la Ilustración pueden remontarse al siglo XVII e incluso antes. Abarcan las aportaciones de grandes racionalistas como René Descartes y Baruch Spinoza, los filósofos políticos Thomas Hobbes y John Locke y algunos pensadores escépticos galos de la categoría de Pierre Bayle o Jean Antoine Condorcet. No obstante, otra base importante fue la confianza engendrada por los nuevos descubrimientos en ciencia, y asimismo el espíritu de relativismo cultural fomentado por la exploración del mundo no conocido. Las nuevas búsquedas del conocimiento fueron expuestas en la Enciclopedia o diccionario razonado de las artes y los oficios. Sobre este logro, el siguiente enlace nos ayudará un poco más:

Sobre las suposiciones y creencias básicas comunes a filósofos pensadores de este periodo, quizá lo más importante fue una fe constante en el poder de la razón humana. La época sufrió el impacto intelectual causado por la exposición de la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton. Si la humanidad podía resolver las leyes del Universo, las propias leyes de Dios, el camino estaba abierto para descubrir también las leyes que subyacen al conjunto de la naturaleza y la sociedad. Se llegó a asumir que mediante un uso juicioso de la razón, un progreso ilimitado sería posible —progreso en conocimientos, en logros técnicos y sus consecuencias también en valores morales—. De acuerdo con la filosofía de Locke, los autores del siglo XVIII creían que el conocimiento no es innato, sino que procede sólo de la experiencia y la observación guiadas por la razón.

A través de una educación apropiada, la humanidad podía ser modificada, cambiada su naturaleza para mejorar. Se otorgó un gran valor al descubrimiento de la verdad a través de la observación de la naturaleza, más que mediante el estudio de las fuentes autorizadas, como Aristóteles y la Biblia. Aunque veían a la Iglesia —especialmente la Iglesia católica— como la principal fuerza que había esclavizado la inteligencia humana en el pasado, la mayoría de los pensadores de la Ilustración no renunció del todo a la religión. Optaron más por una forma de deísmo, aceptando la existencia de Dios y de la otra vida, pero rechazando las complejidades de la teología cristiana. Creían que las aspiraciones humanas no deberían centrarse en la próxima vida, sino más bien en los medios para mejorar las condiciones de la existencia terrena. La felicidad mundana, por lo tanto, fue antepuesta a la salvación religiosa. Nada se atacó con más intensidad y energía que la doctrina de la Iglesia, con toda su historia, riqueza, poder político y supresión del libre ejercicio de la razón.

Frente a la Ilustración, el siguiente enlace es clave:


Bibliografía mínima
Dynnik, M.A., Historia de la filosofía, Grijalbo, Méjico, 1960
Gajate, José, Historia de la filosofía, vols. 1 a 20, Editorial El Búho, Bogotá, 1995
Gambra Ciudad, Rafael, Historia sencilla de la filosofía, Ediciones Rialp, Madrid, 1985
García Morente, Manuel, Lecciones preliminares de filosofía, Editorial Purrúa, México, 1985
Klimke, Federico y Colomer, Eusebio, Historia de la filosofía, Editorial Labor, Barcelona, 1961
Montes de Oca, Francisco, Historia de la filosofía, Editorial Purrúa, México, 1998
Sagan, Carl, Cosmos, Editorial Planeta, Barcelona, 2001
Sciacca, Michele Federico, Historia de la filosofía, Editorial Luis Miracle, Barcelona, 1954
Vallmajó Riera, L. y otros, Historia de la filosofía, Edebé, Barcelona, 1998

















domingo, 9 de septiembre de 2012

De la enseñanza tradicional y otros modelos, a la enseñanza para la comprensión


De la enseñanza tradicional y otros modelos, 
a la enseñanza para la comprensión


Por Efrén Mesa Montaña

El conocimiento, su manera de participarlo y de que éste cumpla un efectivo papel en la sociedad, depende tanto de su relevancia como de la metodología que para tal fin se emplee. En este sentido, en el Colegio El Virrey José Solís, en la localidad 5º de Bogotá, desde hace unos ocho años, se ha implementado, más con traspiés que aciertos, la Epc. Todo en razón de que los maestros nos resistimos a abandonar los modelos con los que fuimos educados. Algunos de esos modelos se enumeran enseguida.

Pero antes, dejamos en claro que las imágenes que acompañan estas palabras, corresponden al entorno del Colegio El Virrey José Solís, y a cuatro grupos de trabajo del curso 11ºô, quienes expusieron sus pesquisas sobre la filosofía de la Edad Moderna, recurriendo a la Epc, y armados exclusivamente de su deseo de saber, de comprender, y de hacer comprender. El siguiente documento ilustra su trabajo:


1. Modelo pedagógico tradicional
Así, pues, entrando en materia, el modelo de enseñanza tradicional concibe al maestro como un artífice, cuya función es trasmitir una serie de conocimientos que el maestro admite como sólidos y vitales para el futuro del estudiante: la historia patria, la religión y la educación cívica, por ejemplo. Mientras tanto, el alumno es visto como una página en blanco, un mármol al que hay que modelar, un vaso vacío que hay que llenar, por un maestro que es fuente de autoridad y respeto.

En cuanto a la adquisición de disciplina, el método hace énfasis en la “formación del carácter” de los estudiantes; de manera que se deben moldear por medio de la voluntad, la virtud y el rigor de la disciplina, el ideal del humanismo y la ética.[1] Estos preceptos vienen de la tradición metafísica-religiosa de la Edad Media. Por esta razón, el modelo tradicional es quizá el más antiguo.

Frente al aprendizaje, el modelo tradicional se fundamenta en el academicismo y el verbalismo, mientras las clases se dictan bajo un régimen de disciplina ante un grupo de estudiantes receptores —es decir, no participan ni cuestionan—: escuchan, repiten, memorizan y repiten.

Ver na muestra del modelo tradicional:

2. Modelo transmisionista conductista
Este modelo tuvo origen gracias a los requerimientos del capitalismo; es decir, se buscó moldear la conducta “productiva” de los individuos mediante la educación. De ahí que su método consista en la fijación y control de los objetivos ofrecidos como instrucción a los estudiantes. En otras palabras, se pretende una transmisión parcelada de los saberes técnicos mediante un adiestramiento experimental y a partir de la “tecnología educativa”.[2] Su exponente es Burrhus Frederic Skinner.

Según Skinner, se puede ayudar a los alumnos a aprender de la siguiente manera: dar un modelo, condicionar la conducta, dar un estímulo, “soplar” una parte de la respuesta, borrar o hacer desaparecer poco a poco la palabra o el texto que debe retener. Si el maestro dispone de una amplia gama de estrategias y tácticas de enseñanza, estará siempre buscando elementos complementarios que agregar a su repertorio intelectual y práctico.
Veamos una muestra del modelo conductista:

3. Modelo de enseñanza romántico
Desde este modelo se plantea que lo más importante para el desarrollo del niño es el interior —su vida espiritual, si se quiere— y éste se convierte en el eje central del objeto educativo. Por tanto, se busca el desarrollo natural del niño, para que éste se convierte en la meta y a la vez en el método de la educación. En la metodología del modelo romántico, se supone que el maestro debe librarse de los fetiches del alfabeto, de las tablas de multiplicar y de la disciplina, y ser sólo un auxiliar o un amigo de la expresión libre, original y espontánea de los niños.[3] Este modelo nació con Rousseau en su Emilio o de la educación.
El enlace siguiente muestra los presupuestos de la educación rousseauniana:


4. Modelo cognitivo
El modelo cognitivo presume que los objetivos de una secuencia de enseñanza, se encuentran definidos por los contenidos que se aprenderán y por el nivel de aprendizaje que se pretende lograr. Las habilidades cognitivas a desarrollar se encuentran vinculadas a un contenido específico. Se distinguen tres etapas en el proceso de enseñanza:

a. La primera etapa pretende preparar al alumno a través de la búsqueda de saberes previos que podrían propiciar u obstaculizar el aprendizaje.

b. La segunda etapa tiene el fin de activar los conocimientos previos y presentar los contenidos.

c. La tercera y última etapa tiene por objeto, estimular la integración y la transferencia en virtud de la nueva información adquirida. Algunos autores utilizan el término “estrategias cognitivas” mientras que otros emplean el de “estrategias de aprendizaje”, teniendo todos ellos en común su referencia a lo que se denomina “aprender a aprender”.[4]
Enseguida veremos los elementos del modelo cognitivo:


5. Modelo de enseñanza social o crítico
La pretensión de este modelo gira entorno al desarrollo máximo y multifacético de las capacidades e intereses de los individuos.[5] Se considera que el desarrollo es determinado por la sociedad, por la colectividad, en la cual el trabajo productivo y la educación son inseparables, y ello garantiza no sólo el desarrollo del espíritu colectivo, sino, también, el conocimiento pedagógico diverso y politécnico. Este modelo está inspirado en los fundamentos del marxismo, y de ahí la concepción del ser humano.[6] El soporte del modelo se halla en la práctica para la formación científica de las nuevas generaciones. Makarenko, Freined y Paulo Freire, han sido los pedagogos abanderados de este modelo.
Los presupuestos de la educación social se hallan en el siguiente enlace:

De esta manera, habiendo expuesto de modo breve los fundamentos de algunos modelos pedagógicos, consideraremos cuáles pueden ser compatibles con las tecnologías de la información y la comunicación, Tic, y de allí su implementación con el objeto que persigue el ambiente de aprendizaje expuesto en http://filosofiayastronomia.blogspot.com/, en complemento con la enseñanza para la comprensión.

Para empezar, descartamos de antemano los dos primeros modelos de enseñanza: el tradicional y el conductista, en razón de fundamentarse en premisas ajenas a los objetivos de nuestro AVA. Los siguientes modelos —romántico, cognitivo y social— pueden ser compatibles tanto con las Tic como con la Epc. Sin embargo, de éstos tomamos los dos últimos, el cognitivo y el crítico social. Estos dos modelos son compatibles en los siguientes aspectos:

En el primero, el modelo cognitivo, permite suponer que el alumno dispone de saberes previos frente a los saberes que persigue, y de allí que esto permita el estímulo de su interés por la adquisición de conocimiento. En últimas, como tal es la pretensión de nuestro AVA, se busca que las Tic, lejos de entregar toda la información, permitan que los estudiantes se vuelquen sobre otras fuentes de conocimiento que tengan que ver con la lectura. De tal modo, aprender a aprender en la búsqueda de conocimiento seguro y confiable, sería la premisa deducible de este modelo.

En cuanto al segundo, el modelo social, se puede decir que es el más importante, pues buscamos que el estudiante (no el alumno, que en términos de la enseñanza tradicional sería, como lo dice su etimología, el que se halla sin luces), tenga conciencia de su mundo y aporte con el conocimiento a mejorarlo. De ahí entonces que estos dos modelos se presten a los propósitos que tiene como objeto nuestro ambiente virtual de aprendizaje.

Al lado de ello, partimos de la consideración de que la enseñanza para la comprensión[7] es compatible con casi todos los modelos de enseñanza, y en el caso que nos ocupa, mediante el empleo de los modelos señalados y aún de nuestras formas propias de enseñanza, encontramos que la enseñanza para la comprensión no tiene como objeto una innovación radical que implique desechar lo que hacemos o realizamos en las aulas de clase, sino mejorarlo en la pretensión de que los estudiantes comprendan.

Así, pues, buscamos que, mediante la implementación de estos modelos, observados desde los objetivos de nuestro AVA, los estudiantes comprendan, esto es, que aprehendan conocimientos de diversas disciplinas, se apropien de valores que garanticen la convivencia,[8] se esfuercen por la comprensión de sí mismos y de sus semejantes, y busquen el desarrollo humano a partir de la transformación de la realidad.





[1]. Rafael Flórez Ochoa, Hacia una pedagogía del conocimiento, McGraw Hill, Bogota, 1994, p. 168.
[2]. Ibíd., p. 169.
[3]. Ibíd.
[4]. “Modelo de enseñanza cognitivo”. Disponible en: http://www.buenastareas.com/ensayos/Modelo-De-Enseñanza-Cognitivo/917009.html
[5]. Rafael Flórez Ochoa, op. cit., p. 172.
[6]. Paulo Freire, Educación como práctica de la libertad, Ediciones de Convergencia, Bogotá, s.f.
[7]. David Perkins, “¿Qué es la comprensión?”, en Martha Stone Wiske (compiladora), La enseñanza para la comprensión, Paidós, Buenos Aires, 1999, pp. 69-94.
[8]. Aída María Acosta Ruíz, “Enseñanza para la comprensión”, en Enfoques pedagógicos y didácticas contemporáneas, FIPC, Bogotá, 2004, pp. 229-266.

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