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viernes, 23 de noviembre de 2012

Filosofía contemporánea


Filosofía contemporánea



Por Efrén Mesa Montaña


Introducción
La filosofía en el siglo XX: el existencialismo
De manera general, llamamos filosofía contemporánea a los movimientos surgidos posteriormente a la época moderna —sin que el legado de la modernidad desaparezca—.  Así, pues, la época moderna se caracterizó por el surgimiento del racionalismo y del empirismo, que habrían de influir de manera rotunda en la Ilustración: la razón como guía para eliminar las tinieblas de la ignorancia, entre los años 1637 —año en que aparece El discurso del método—, y 1789 — año en que se produce la Revolución francesa—. De tal manera, la época contemporánea tendría surgimiento en los años posteriores, con los antecesores de Hegel, pero más propiamente, con éste filósofo.

De tal modo, en Alemania, mediante la influencia de Kant, el idealismo y el voluntarismo —la importancia dada a la voluntad— se convirtieron en las tendencias dominantes. Johann G. Fichte transformó el idealismo crítico de Kant en un idealismo absoluto al eliminar las “cosas en sí mismas” kantianas y hacer de la voluntad la realidad última, y mantuvo que el mundo es creado por un activo Yo, del que la voluntad humana es una manifestación parcial y que tiende hacia Dios como un ideal irrealizable. Sin embargo, sus ideas fueron consideradas como ateas y se vio obligado a abandonar su cátedra de Filosofía en la Universidad de Jena en 1799. Friedrich Schelling redujo todas las cosas a la actividad de autorrealización de un absoluto, al que identificó con el impulso creativo en la naturaleza. Además, se inclinó por el romanticismo, al dar relevancia a los sentimientos y a la divinidad de la naturaleza.


La filosofía del siglo XIX: de Hegel a Marx

Hegel
En todo caso, fue el filósofo alemán Georg W. F. Hegel, quien diera origen al sistema de idealismo absoluto —con influencia de Kant y Schelling—; en éste fundamentó una nueva concepción de la lógica en la que conflicto y contradicción son considerados como elementos necesarios de la verdad, y ésta es contemplada como un proceso antes que como un estado fijo e inmutable de las cosas. Así, la fuente de toda realidad, para Hegel, es un espíritu absoluto (o razón cósmica) que evoluciona desde una existencia abstracta e indiferenciada hacia una realidad más concreta a través de un proceso dialéctico que consiste en etapas triádicas. Cada tríada se compone en primer lugar de un punto inicial (tesis); en segundo lugar, de su opuesto (antítesis), y en tercer lugar, de un punto superior o síntesis, donde se funden los dos opuestos. De acuerdo con esta idea, la historia se halla regida por leyes lógicas, de tal forma que “todo lo que es real es racional, y todo lo que es racional es real”.


Hegel impulsó un mayor interés por la historia al representarla como una penetración en la realidad más profunda que las ciencias naturales. Su concepción del Estado nacional como la encarnación más alta del espíritu absoluto, se interpretó durante un tiempo como la fuente principal de las modernas ideologías autoritarias, aunque él mismo se declaró partidario de la existencia de un amplio grado de libertad individual reconocido por el poder político.

Darwin
Fue el científico británico, Charles R. Darwin (1809-1882), quien sentó las bases de la moderna teoría evolutiva, al plantear el concepto de que todas las formas de vida se han desarrollado a través de un lento proceso de selección natural. Su trabajo tuvo una influencia decisiva sobre las diferentes disciplinas científicas, y sobre el pensamiento moderno en general. Hoy día, sin embargo, la evolución no es considerada una teoría, sino un hecho, una realidad irreversible.



La selección natural
La teoría completa de Darwin fue publicada en 1859 como El origen de las especies por medio de la selección natural. Este libro, del que se ha dicho que “conmocionó al mundo”, se agotó el primer día de su publicación y se tuvieron que hacer seis ediciones sucesivas. En esencia, la teoría de la evolución por selección natural sostiene que, a causa del problema de la disponibilidad de alimentos, descrito por Malthus, los jóvenes miembros de las distintas especies compiten intensamente por su supervivencia. Los que sobreviven, darán lugar a la siguiente generación, y tienden a incorporar variaciones naturales favorables —por leve que pueda ser la ventaja que éstas otorguen—, al proceso de selección natural, y estas variaciones se transmitirán a través de la herencia. En consecuencia, cada generación mejorará en términos adaptativos con respecto a las anteriores, y este proceso gradual y continuo es la causa de la evolución de las especies. La selección natural es sólo parte del amplio esquema conceptual de Darwin. Introdujo también el concepto de que todos los organismos emparentados descienden de antecesores comunes.


Compte
La filosofía positivista de Auguste Comte abandonó la especulación de lo sobrenatural en favor de la investigación científica. Según él, el conocimiento de todos los temas, desde la astronomía a la sociología, debería venir de la correlación de la evidencia empírica. El estudio sistemático de Comte de la estática y dinámica de la sociedad sentó las bases de la sociología moderna, que al principio llamó física social.

De tal manera, el positivismo, como sistema de filosófico, se basa en la experiencia y en el conocimiento empírico de los fenómenos naturales. En virtud de lo anterior, el positivismo considera a la metafísica y a la teología como sistemas de conocimiento imperfectos e inadecuados. Según Comte, el espíritu positivo es un “sentimiento de la realidad”. El espíritu positivo supone abrirse a la realidad ofrecida por los sentidos, pero esta realidad sólo puede conocerse mediante el juicio: el triunfo de tal espíritu acompaña siempre al triunfo de la ciencia y a su desarrollo progresivo.

Así, Compte expuso su filosofía en el Curso de filosofía positiva. Allí dio a conocer la Ley de los tres estadios, en donde se resume la evolución intelectual de la humanidad, que pasa por tres fases diferentes:
a. el estadio teológico (aquí, la humanidad piensa que los fenómenos son causados por agentes sobrenaturales y diferentes dioses)
b. el estadio metafísico (en éste, los fenómenos son causados por fuerzas abstractas personificadas)
c. el estadio positivo (aquí se representa, finalmente, el triunfo de la racionalidad positiva; en éste, la humanidad renuncia a buscar el origen y destino del Universo, para describir las “leyes efectivas” de los fenómenos y la explicación racional de los hechos).

Esta ley de los tres estadios representa un juicio sobre la historia, ya que Comte pensaba que su época debía representar el triunfo del espíritu positivo, y que sería éste quien plantearía las leyes de tal victoria, mediante un pormenorizado análisis de las diferentes ciencias y la reivindicación de una nueva ciencia (la “sociología”, asentada sobre el saber positivo, para reformar la sociedad y conciliar el orden y el progreso social).


Marx
Marx nació en Tréveris el 5 de mayo de 1818 y estudió en las universidades de Bonn, Berlín y Jena. En 1845, se vio obligado a abandonar París debido a su implicación en actividades revolucionarias. Se instaló en Bruselas y comenzó a organizar y dirigir una red de grupos llamados Comités de Correspondencia Comunista, establecidos en varias ciudades europeas. En 1847, Marx y Engels recibieron el encargo de elaborar una declaración de principios que sirviera para unificar todas estas asociaciones e integrarlas en la Liga de los Justos (más tarde llamada Liga Comunista). El programa que desarrollaron —conocido en todo el mundo como el Manifiesto comunista— fue redactado por Marx basándose parcialmente en el trabajo preparado por Engels y representaba la primera sistematización de la doctrina del socialismo moderno.



El Manifiesto comunista
Las proposiciones centrales del Manifiesto, aportadas por Marx, constituyen la concepción del materialismo histórico, concepción formulada más adelante en la Crítica de la economía política (1859). Según se explica en estas tesis, el sistema económico dominante en cada época histórica, por el cual se satisfacen las necesidades vitales de los individuos, determina la estructura social y la superestructura política e intelectual de cada periodo. De este modo, la historia de la sociedad es la historia de las luchas entre los explotadores y los explotados, es decir, entre la clase social gobernante y las clases sociales oprimidas. Partiendo de estas premisas, Marx concluyó en el Manifiesto que la clase capitalista sería derrocada y suprimida por una revolución mundial de la clase obrera que culminaría con el establecimiento de una sociedad sin clases.



La preocupación por el hombre: del existencialismo primitivo al vitalismo

El vitalismo
Esta doctrina es un aspecto del idealismo (las ideas o esencias inmateriales abstractas preceden y dan origen a lo material) que argumenta que los organismos vivos (no la materia simple) se distinguen de las entidades inertes porque poseen fuerza vital que no es ni física, ni química.

El vitalismo se distingue de la visión religiosa tradicional del origen de la vida, en que no necesita atribuir la fuerza vital a un creador o poder sobrenatural, si bien es compatible con esta idea. También, se distingue del organicismo u holismo en que los organismos vivos funcionan de forma integrada, como un todo y no como un simple mosaico de partes independientes. El organicismo, por el contrario, no postula una fuerza vital, ni defiende que las propiedades de la materia viva no puedan conocerse mediante la investigación científica. Más bien, los organicistas reclaman nuevos métodos para llegar a entender la ‘naturaleza de la vida’, mediante el estudio de las características del todo, en lugar de las partes por separado.


Schopenhauer
Arthur Schopenhauer rechazó la optimista fe de Hegel en la razón y el progreso. En 1819 publicó El mundo como voluntad y representación, obra en la que presenta su filosofía ateísta y pesimista. Schopenhauer mantenía que tanto la naturaleza como la humanidad son productos de una voluntad irracional, de la que la gente puede escapar tan sólo a través del arte y la renuncia filosófica al deseo de felicidad.


Para Schopenhauer, la tragedia de la vida surge de la naturaleza de la voluntad, que incita al individuo sin cesar hacia la consecución de metas sucesivas, ninguna de las cuales puede proporcionar satisfacción permanente a la actividad infinita de la fuerza de la vida, o voluntad. Así, la voluntad lleva a la persona al dolor, remedio al sufrimiento y a la muerte; a un ciclo sin fin de nacimiento, muerte y renacimiento, y la actividad de la voluntad sólo puede ser llevada a un fin a través de una actitud de renuncia, en la que la razón gobierne la voluntad hasta el punto que cese de esforzarse. Está filosofía, sin embargo, patente en su escrito más importante, El mundo como voluntad y representación, influyó con posterioridad en la obra de Friedrich Nietzsche.


Nietzsche
El pensamiento del filósofo, poeta y filólogo alemán, Friedrich Nietzsche (1844-1900), está considerado como uno de los más radicales, ricos y sugerentes del siglo XX. Nietzsche fundamentó su ética en lo que él creía el instinto humano más básico, la voluntad de poder. Criticó el cristianismo y los sistemas morales de otros filósofos como “morales esclavas” porque, en su opinión, encadenaban a todos los miembros de la sociedad con normas universales de ética, y ofreció una “moral maestra” que apreciaba la influencia creativa de individuos poderosos que trascienden las normas comunes de la sociedad.

Uno de los argumentos fundamentales de Nietzsche era que los valores tradicionales (representados en esencia por el cristianismo) habían perdido su poder en las vidas de las personas, lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su tajante proclamación “Dios ha muerto”. Afirmó el imperativo ético de crear valores nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su discusión sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el “superhombre”.


Según sus teorías, las masas (a las que denominaba “rebaño”, “manada” o “muchedumbre”) se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas por la razón. Sostenía, además, que todo acto o proyecto humano está motivado por la voluntad de poder. Ésta no es tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta en la autonomía del superhombre, en su creatividad y su coraje.



Heidegger
Este filósofo alemán (1889-1976), es considerado el fundador de la denominada fenomenología existencial, y estimado como uno de los pensadores más originales del siglo XX. En su obra más importante e influyente, El ser y el tiempo (1927), considerada uno de los escritos más significativos del existencialismo, Heidegger se preocupó por lo que definía como cuestión filosófica (y humana) esencial: qué es ser. Esto le llevaba a formularse la pregunta de qué clase de ser (Sein) tienen los seres humanos. Éstos, decía, son arrojados a un mundo que no han creado pero que consiste en asuntos útiles en potencia, incluyendo tanto la cultura como los objetos naturales. Puesto que esos objetos y artefactos resultantes llegan a la humanidad desde el pasado o se utilizan en el presente para alcanzar metas futuras, en su interpretación propuso una relación fundamental entre el modo de ser de los objetos y de la humanidad, y de la estructura del tiempo.


Por lo demás, el individuo está siempre en peligro de ser sumergido en el mundo de los objetos, en la rutina diaria, y en el convencional y superficial comportamiento de la multitud. El sentimiento de temor (Angst) lleva al individuo a una confrontación con la muerte y el último sin sentido de la vida, pero sólo por este enfrentamiento puede adquirirse un auténtico sentido del ser y de la libertad.


Sartre
Jean-Paul Sartre (1905-1980), es una de las indiscutibles figuras de la historia de la cultura del siglo XX. Principal representante del existencialismo filosófico, su actividad como dramaturgo y novelista le hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1964, galardón que rechazó para no ver comprometida su integridad como escritor. Sus obras filosóficas conjugan la fenomenología del filósofo alemán Edmund Husserl, la metafísica de los filósofos alemanes Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Martin Heidegger, y la teoría social de Karl Marx en una visión única llamada existencialismo.

En su primera obra filosófica, El ser y la nada (1943), Sartre concebía a los humanos como seres que crean su propio mundo al rebelarse contra la autoridad y aceptar la responsabilidad personal de sus acciones, sin el respaldo ni el auxilio de la sociedad, la moral tradicional o la fe religiosa. Al distinguir entre la existencia humana y el mundo no humano, mantenía que la existencia de los hombres se caracteriza por la nada, es decir, por la capacidad para negar y rebelarse.


En su última obra filosófica, Crítica de la razón dialéctica (1960), trasladó el énfasis puesto en la libertad existencialista y la subjetividad por el determinismo social marxista. Afirmaba que la influencia de la sociedad moderna sobre el individuo es tan grande que produce la serialización, lo que él interpreta como pérdida de identidad y que es equiparable a la enajenación marxista. El poder individual y la libertad sólo pueden recobrarse a través de la acción revolucionaria colectiva.


Camus
Considerado uno de los escritores más importantes posteriores a 1945, el novelista, ensayista y dramaturgo francés, Albert Camus (1913-1960), se caracterizada por un estilo vigoroso y conciso, en el que se  refleja la philosophie de l’absurde, la sensación de alienación y desencanto junto a la afirmación de las cualidades positivas de la dignidad y la fraternidad humana.


En la obra El mito de Sísifo (1942), Camus incluye su ensayo “El hombre absurdo” en el que expone su visión nihilista y sin esperanza de la condición humana. Atrapado por el tiempo, el hombre no puede olvidar que la vida no es eterna y que el tiempo, del que no se separa, caracteriza la absurdidad de la vida. De una honestidad sobrecogedora, Camus concluye que toda vida o pensamiento carece de porvenir. En su novela La peste (1947) todavía se interesa por el absurdo fundamental de la existencia, y reconoce el valor de los seres humanos ante los desastres. Afirma en esta obra que “cada uno lleva dentro de sí la peste” y que desde el mismo momento en que se decidió a no matar y a ponerse siempre del lado de las víctimas, se condenó a un “exilio definitivo”.



La filosofía del siglo XX: del pragmatismo a la posmodernidad

El pragmatismo
Se conoce como pragmatismo, a la doctrina filosófica desarrollada por los filósofos estadounidenses del siglo XIX, Charles Sanders Peirce, William James y otros, según la cual la prueba de la verdad de una proposición es su utilidad práctica; el propósito del pensamiento es guiar la acción, y el efecto de una idea es más importante que su origen. 


El pragmatismo fue la primera filosofía de Estados Unidos desarrollada de forma independiente. Se opone a la especulación sobre cuestiones que no tienen una aplicación práctica. Afirma que la verdad está relacionada con el tiempo, lugar y objeto de la investigación y que el valor es inherente tanto por sus medios como por sus fines. Fue la manera dominante de abordar la filosofía en los Estados Unidos durante el primer cuarto del siglo XX.


El utilitarismo
En el ámbito de la ética, se conoce como utilitarismo (del latín, utilis, ‘útil’), a la doctrina según la cual lo que es útil es bueno, y por lo tanto, el valor ético de la conducta está determinado por el carácter práctico de sus resultados. El término utilitarismo se aplica con mayor propiedad al planteamiento que sostiene que el objetivo supremo de la acción moral es el logro de la mayor felicidad para el más amplio número de personas. Este objetivo fue también considerado como fin de toda legislación y como criterio último de toda institución social. Jeremy Bentham ha sido uno de los principales expositores de esta doctrina.


En general, la teoría utilitarista de la ética se opone a otras doctrinas éticas en las que algún sentido interno o facultad, a menudo denominada conciencia, actúa como árbitro absoluto de lo correcto y lo incorrecto. El utilitarismo está asimismo en desacuerdo con la opinión que afirma que las distinciones morales dependen de la voluntad de Dios y que el placer que proporciona un acto al individuo que lo lleva a cabo es la prueba decisiva del bien y del mal.


La condición posmoderna
Lo que hoy día conocemos como posmodernismo, no es más que un movimiento internacional de tipo cultural, aunque se ha extendido de manera preocupante a todas las formas de interpretación de la realidad. Históricamente hace referencia a un periodo muy posterior a los modernismos, y en un sentido amplio, al comprendido entre 1970 y el momento actual. Teóricamente se refiere a una actitud frente a la modernidad y lo moderno.

El posmodernismo está más marcado por el camp y el kitsch que por la nostalgia; en términos generales, carece de la gravedad propia de los artistas y movimientos modernos de principios de siglo. Sin embargo, puede considerarse como la consecuencia lógica de la ironía y el relativismo modernistas, que llegan a cuestionar sus propios valores. El tono lúdico de la posmodernidad hace que resulte más fácilmente asimilable por la cultura popular o cultura de masas. Por otra parte, su aceptación superficial de la alienación contemporánea y su transformación de la obra de arte en fetiche, han sido objeto de acusaciones de irresponsabilidad política.


El filósofo francés Jean-François Lyotard considera que la explosión de las tecnologías de la información, y la consiguiente facilidad de acceso a una abrumadora cantidad de materiales de origen en apariencia anónimo, es parte integrante de la cultura posmoderna y contribuye a la disolución de los valores de identidad personal y responsabilidad. Con todo, entiende la multiplicidad de estilos posmodernos como parte de un ataque al concepto representativo de arte y lenguaje, con lo que afirma más de lo que rechaza el modernismo de altos vuelos y allana paradójicamente el camino para su regreso triunfal.

En La condición posmoderna (1979) analizó la caída de lo universal y constató una nueva discusión sobre el pensamiento de Georg W. F. Hegel y de Karl Marx en el siglo XX. Propuso una política favorable a las minorías y postuló un horizonte que conduciría a rechazar toda forma de terror y de totalitarismo.


Bibliografía

Atencia, José María et al., Iniciación a la historia de la filosofía, Editorial Librería Ágora, Málaga (España), 1993
Abbagnano, Nicola, Diccionario de filosofía, Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1997
Bochenski, I. M., La filosofía actual, Fondo de Cultura Económica, México, 1962
Dilthey, Wilhelm, Historia de la filosofía, Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1997
Dynnik, M.A., Historia de la filosofía, t. V, Grijalbo, Méjico, 1963
Escobar Valenzuela, Gustavo, Introducción a la Filosofía I, ideas, autores, problemas, Mc Graw Hill, Bogotá, 1999
Fischl, Johann, Manual de historia de la filosofía, Editorial Herder, Barcelona, 1977
Gajate, José, Historia de la filosofía, vols. 1 a 20, Editorial El Búho, Bogotá, 1995
Gambra Ciudad, Rafael, Historia sencilla de la filosofía, Ediciones Rialp, Madrid, 1985
Guzmán, José María et al., Introducción a la filosofía: modelos de pensamiento, Editorial Guadalmena, Alcalá de Guadaira (Sevilla, España), 1991.
_____________, Apuntes de historia de la filosofía occidental, Editorial Guadalmena, Alcalá de Guadaira (Sevilla, España), 1991.
Hirschberger, Johannes, Breve historia de la filosofía, Herder, Barcelona, 1973
Klimke, Federico y Eusebio Colomer, Historia de la filosofía, Editorial Labor, Barcelona, 1961
Lledó Iñigo, Emilio, La filosofía, hoy, Salvat, Barcelona, 1973
Sciacca, Michele Federico, Historia de la filosofía, Editorial Luis Miracle, Barcelona, 1954
Teichman, Jenny, Katherine C. Evans, Filosofía: una guía para principiantes, Alianza editorial, Madrid, 1994
Vallmajó Riera, L. et al., Historia de la filosofía, Edebé, Barcelona, 1998


sábado, 6 de octubre de 2012

Filosofía de la Edad Moderna


Filosofía de la Edad Moderna


Efrén Mesa Montaña

La filosofía moderna enfrenta tres momentos clave, precedidos de ese gran movimiento cultural que surgió en Italia hacia mediados del siglo XV (entre 1453 —con el surgimiento de la imprenta, la caída del imperio bizantino, en este mismo año, y la llegada de los europeos a América, en 1492—, y 1637, año de la publicación del  Discurso del método, con el que se iniciaría la filosofía moderna), y que duraría cerca de doscientos años: el Renacimiento. Así, pues, estos momentos son, el Racionalismo, el Empirismo y la ilustración.

El Renacimiento


Aun cuando podemos recodar algunos aspectos del Renacimiento en nuestro blog, http://filosofiayastronomia.blogspot.com/2012/08/el-renacimiento.html, veamos algunas de sus características  desde la filosofía.

Inicialmente, conviene recordar que confundimos a veces Humanismo con Renacimiento; sin embargo, las relaciones entre Humanismo y Renacimiento no distan de un objetivo clave en relación con las preocupaciones humanas: mientras que el humanismo se caracterizará por el retorno a la sabiduría clásica, en el marco de una preocupación fundamentalmente de signo filológico y teológico, el Renacimiento lo hará como impulsor del desarrollo de la ciencia. El siguiente enlace nos dará más elementos para comprender:



Así, el Renacimiento, sin renunciar a los temas básicos del humanismo, le superará, al desligar tales temas de la perspectiva teológica y enlazarlos con el pensamiento científico. Carl Sagan nos ilustra en este sentido:

La filosofía moderna


La filosofía moderna se fundamenta en una serie de aspectos clave, como la independencia en el ejercicio de la razón y de la filosofía respecto de la fe y la teología; el estudio del sujeto (tanto del sujeto moral como del sujeto que conoce), de sus estructuras y mecanismos; una mayor preocupación por las cuestiones relativas al conocimiento (elementos, procesos y fundamentación del saber) que de cuestiones ontológicas (aunque de ningún modo éstas fueron olvidadas), y una atracción por los resultados de las ciencias y de la calidad de su conocimiento, tanto de la matemática como de la nueva ciencia o física matemática. Como se ha dicho, ocupa tres grandes movimientos: el Racionalismo, el Empirismo y la Ilustración.

Una introducción a la filosofía moderna la hallamos enseguida:

El Racionalismo




El Racionalismo en filosofía, es el sistema de pensamiento que acentúa el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la experiencia, sobre todo el sentido de la percepción.

El racionalismo ha aparecido de distintas formas desde las primeras etapas de la filosofía occidental, pero se identifica ante todo con la tradición que proviene del filósofo y científico francés del siglo XVII René Descartes, el cual creía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertos universales, verdades evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado por otros filósofos europeos, como el francés Baruch Spinoza y el pensador y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Se opusieron a ella los empiristas británicos, como John Locke y David Hume, que creían que todas las ideas procedían de los sentidos.

Veamos más sobre el racionalismo en el siguiente enlace:

El Empirismo


El Empirismo, en la filosofía occidental, es la doctrina que afirma que todo conocimiento se basa en la experiencia, mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori. Hasta el siglo XX, el término empirismo se aplicaba a la idea defendida sobre todo por los filósofos ingleses de los siglos XVII, XVIII y XIX. De estos filósofos ingleses, John Locke fue el primero en dotarlo de una expresión sistemática, aunque su compatriota, el filósofo Francis Bacon, había anticipado algunas de sus conclusiones. Entre otros empiristas también se cuentan David Hume y George Berkeley. Opuesto al empirismo es el racionalismo, representado por pensadores como el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza y los filósofos de los siglos XVII y XVIII Gottfried Wilhelm Leibniz y Christian von Wolff. Los racionalistas afirman que la mente es capaz de reconocer la realidad mediante su capacidad para razonar, una facultad que existe independiente de la experiencia. El pensador alemán Immanuel Kant intentó lograr un compromiso entre el empirismo y el racionalismo, restringiendo el conocimiento al terreno de la experiencia, a posteriori, y por ello coincidía con los empiristas, pero atribuía a la mente una función precisa al incorporar las sensaciones en la estructura de la experiencia. Esta estructura podía ser conocida a priori sin recurrir a métodos empíricos, y en este sentido Kant coincidía con los racionalistas.

En los últimos años, el término empirismo ha adquirido un significado más flexible, y ahora es utilizado en relación con cualquier sistema filosófico que extrae todos sus elementos de reflexión de la experiencia. En Estados Unidos William James llamó a su filosofía empirismo radical y John Dewey acuñó el término de empirismo inmediato para definir y describir su noción de la experiencia. El término leyes empíricas se aplica a aquellos principios que expresan las relaciones que, según se aprecia, existen entre los fenómenos, sin que impliquen la explicación o causa de los fenómenos mismos.

Sobre el empirismo, el siguiente enlace nos será útil:

La Ilustración



El Siglo de las Luces o Ilustración, hace referencia a ese gran movimiento filosófico y cultural que se iniciaría el siglo XVII, en el que se advertiría las tendencias en el pensamiento y la literatura en Europa y en toda América durante el siglo XVIII previas a la Revolución Francesa. La frase “Siglo de las Luces” fue empleada con mucha frecuencia por los propios escritores de este periodo, convencidos de que emergían de siglos de oscuridad e ignorancia a una nueva edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad.

Los precursores de la Ilustración pueden remontarse al siglo XVII e incluso antes. Abarcan las aportaciones de grandes racionalistas como René Descartes y Baruch Spinoza, los filósofos políticos Thomas Hobbes y John Locke y algunos pensadores escépticos galos de la categoría de Pierre Bayle o Jean Antoine Condorcet. No obstante, otra base importante fue la confianza engendrada por los nuevos descubrimientos en ciencia, y asimismo el espíritu de relativismo cultural fomentado por la exploración del mundo no conocido. Las nuevas búsquedas del conocimiento fueron expuestas en la Enciclopedia o diccionario razonado de las artes y los oficios. Sobre este logro, el siguiente enlace nos ayudará un poco más:

Sobre las suposiciones y creencias básicas comunes a filósofos pensadores de este periodo, quizá lo más importante fue una fe constante en el poder de la razón humana. La época sufrió el impacto intelectual causado por la exposición de la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton. Si la humanidad podía resolver las leyes del Universo, las propias leyes de Dios, el camino estaba abierto para descubrir también las leyes que subyacen al conjunto de la naturaleza y la sociedad. Se llegó a asumir que mediante un uso juicioso de la razón, un progreso ilimitado sería posible —progreso en conocimientos, en logros técnicos y sus consecuencias también en valores morales—. De acuerdo con la filosofía de Locke, los autores del siglo XVIII creían que el conocimiento no es innato, sino que procede sólo de la experiencia y la observación guiadas por la razón.

A través de una educación apropiada, la humanidad podía ser modificada, cambiada su naturaleza para mejorar. Se otorgó un gran valor al descubrimiento de la verdad a través de la observación de la naturaleza, más que mediante el estudio de las fuentes autorizadas, como Aristóteles y la Biblia. Aunque veían a la Iglesia —especialmente la Iglesia católica— como la principal fuerza que había esclavizado la inteligencia humana en el pasado, la mayoría de los pensadores de la Ilustración no renunció del todo a la religión. Optaron más por una forma de deísmo, aceptando la existencia de Dios y de la otra vida, pero rechazando las complejidades de la teología cristiana. Creían que las aspiraciones humanas no deberían centrarse en la próxima vida, sino más bien en los medios para mejorar las condiciones de la existencia terrena. La felicidad mundana, por lo tanto, fue antepuesta a la salvación religiosa. Nada se atacó con más intensidad y energía que la doctrina de la Iglesia, con toda su historia, riqueza, poder político y supresión del libre ejercicio de la razón.

Frente a la Ilustración, el siguiente enlace es clave:


Bibliografía mínima
Dynnik, M.A., Historia de la filosofía, Grijalbo, Méjico, 1960
Gajate, José, Historia de la filosofía, vols. 1 a 20, Editorial El Búho, Bogotá, 1995
Gambra Ciudad, Rafael, Historia sencilla de la filosofía, Ediciones Rialp, Madrid, 1985
García Morente, Manuel, Lecciones preliminares de filosofía, Editorial Purrúa, México, 1985
Klimke, Federico y Colomer, Eusebio, Historia de la filosofía, Editorial Labor, Barcelona, 1961
Montes de Oca, Francisco, Historia de la filosofía, Editorial Purrúa, México, 1998
Sagan, Carl, Cosmos, Editorial Planeta, Barcelona, 2001
Sciacca, Michele Federico, Historia de la filosofía, Editorial Luis Miracle, Barcelona, 1954
Vallmajó Riera, L. y otros, Historia de la filosofía, Edebé, Barcelona, 1998

















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